Presentación de la Virgen María
Hoy la Iglesia Católica celebra la festividad de la Presentación de la Virgen María. Aquí una reseña que nos hace llegar Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe
Esta fiesta mariana data del siglo VI, del año 543 cuando se dedicó una basílica a “La Virgen María la Nueva”, en el monte Sión en la explanada del Templo. Las Iglesias orientales conmemoran este día la Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque era purísima, cumplía con los ritos antiguos de los judíos.
La liturgia bizantina la trata como "la fuente perpetuamente manante del amor, el templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro Señor", en Occidente, es el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida. Dice San Alfonso María de Ligorio: “No hubo ni habrá jamás un ofrecimiento hecho por una criatura, ni más grande ni más perfecto que el que hizo la niña María a Dios cuando se presentó en el Templo para ofrecerle, no incienso ni cabritillas, ni monedas de oro, sino a sí misma.”
María estaba destinada a ser un templo vivo de la Divinidad porque en su seno se encarnaría el Hijo de Dios. La escena es sencilla: Ana y Joaquín, sus padres, en un acto de fe y cortesía, quisieron dar gracias a Dios por el nacimiento de esta niña y consagrarla de por vida. En el Templo, toda la belleza y gracia de María eran para el Señor. Éste es el contenido teológico de la fiesta de la Presentación de la Virgen. Esa riqueza interior desbordaría luego en el Magníficat, el espléndido himno que pronunció al escuchar el saludo de su prima Isabel.
Todo en María estaba orientado hacia la Santísima Humanidad de Jesucristo, el verdadero Templo de Dios. La fiesta de su Presentación expresa su pertenencia exclusiva a Dios, la completa dedicación de su alma y de su cuerpo al misterio de la Salvación, que es el misterio del acercamiento del Creador a la criatura.
En palabras de San Juan Pablo II: “El privilegio especial que Dios otorgó a la Toda Santa nos lleva a admirar las maravillas realizadas por la gracia en su vida. Y nos recuerda también que María fue siempre toda del Señor, y que ninguna imperfección disminuyó la perfecta armonía entre Ella y Dios. Su vida terrena se caracterizó por el desarrollo constante y sublime de la fe, la esperanza y la caridad. Por ello, María es para los creyentes signo luminoso de la Misericordia divina y guía segura hacia las altas metas de la perfección evangélica y la santidad”.
Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada, Padre Kolbe
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