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CORPUS CHRISTI

Pan de vida

La  Iglesia  celebra la solemnidad  del santísimo cuerpo y sangre de Cristo. “Corpus Christi”. Su principal finalidad es proclamar y aumentar la fe de los creyentes en la presencia real de Jesucristo –“Pan  de vida” -, dándole públicamente el culto de adoración (latría).

Decía  el papa  Pío XII: “Todo comienza, se podría decir, desde el corazón de Cristo, que en la última cena, en la víspera de su pasión, agradeció y alabó a Dios y, al hacerlo, con la fuerza de su amor, transformó el sentido de la muerte a la que iba. El hecho de que el Sacramento del altar haya tomado el nombre de "Eucaristía" – acción de gracias – expresa precisamente esto: que el cambio de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es el fruto del don que Cristo hizo de sí mismo, el don de un Amor más fuerte que la muerte, el Amor divino que lo resucitó de la muerte. Por eso la Eucaristía es el alimento de la vida eterna, el Pan de Vida. El don es Él mismo – Jesucristo – personalmente presente para obrar en nosotros, si seguimos su amor, las maravillas de la vida cristiana, de una vida que, ordenada según el Evangelio, mantiene ferviente en sus aún tibios hijos la estima por la virtud, la conciencia del bien y del mal e impide que sean definitivamente abrumados por la avalancha de errores y corrupciones que dominan el mundo”.

El papa Francisco durante la  audiencia general  del  día 21 de marzo de 2018 dialogando  con los peregrinos les preguntaba: “Un árbol y una planta al que le han quitado las raíces o que no tiene raíces, ¿puede florecer? ¡No!” La vida cristiana es una vida que debe florecer: en las obras de caridad, en hacer el bien... Pero si no tienes raíces, no puedes florecer y ¿quién es la raíz? ¡Jesús! Si no estás con Jesús, allí, en la raíz, no florecerás. La Eucaristía nos hace fuertes para dar frutos, flores de buenas obras para vivir como cristianos,  y al recibir a Jesús “que nos transforma en Él”  nos hace más fuertes”.  Hoy Francisco nos recuerda: “La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Necesitamos nutrirnos  de ese “Pan de vida”  esto significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, significa entrar en un dinamismo de amor oblativo y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que Jesús ha hecho. En esta situación de pandemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia en particular a los enfermos portadores del virus y a las personas que los atienden y cuidan de ellos desde muchos frentes. Unidos a Cristo nunca estamos solos, sino que formamos un solo Cuerpo, del cual Él es la Cabeza. Es una unión que se alimenta de la oración, y también de la comunión espiritual, una práctica muy recomendada cuando no es posible recibir el Sacramento. Que  María nuestra Madre, nos obtenga la gracia de nutrirnos siempre con fe de Jesús, Pan de vida”.

Angélica Diez - Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe – Olavarría. - 

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