Pandemia hoy y mañana…
Una reflexión que nos hace llegar Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría. Te invitamos a leerla.
“Esta pandemia vino como una inundación- dijo el papa Francisco - vino de un solo golpe. Ahora nos estamos despertando un poco. Pero hay muchas otras pandemias que hacen morir a las personas y no nos damos cuenta, miramos a otro lado. Somos un poco inconscientes ante las tragedias que están sucediendo en el mundo en este momento. En los primeros cuatro meses de este año, 3 millones 700 mil personas murieron de hambre. ¡Hay muchas pandemias! (…) Que Dios detenga esta tragedia, que se apiade de nosotros y detenga otras pandemias que son tan malas: la del hambre, la de la guerra, la de los niños sin educación. Y pedimos esto como hermanos, todos juntos. Que Dios nos bendiga a todos y tenga misericordia de nosotros". (Creyentes de todo el mundo rezan a Dios por el cese de la pandemia 14 /05 /2020).
Este COVID 19 ha generado muchas víctimas y, quienes aún se encuentran en pié se cuestionan: ¿Cuándo terminará este confinamiento?¿ Qué nos pasará?¿Volveremos a la normalidad y cómo será lo normal después? ¿Habremos aprendido algo de esta situación? ¿Saldremos mejores personas, más solidarias, más unidas, más atentas a lo que sentimos y vivimos que a lo que tenemos y pretendemos tener? Si es que hay tantas pandemias que nos rodean y estamos sumergidos en ellas ¿cómo reaccionar, con qué elementos?
Monseñor Luis Fernández, obispo de Rafaela escribe una reflexión sobre “Después del coronavirus”; puede ayudarnos a ver la realidad inmediata y vislumbrar un nuevo horizonte para descubrirnos y sentirnos cercanos, iguales en dignidad y recibirnos recíprocamente: “Después del coronavirus podría pasar que no aprendamos nada. Entonces muchos saldrán desesperados a correr detrás de las novedades del mercado. Otros pasarán horas enfrascados en Internet como si todavía estuvieran en cuarentena. Otros buscarán ansiosos a qué restaurante ir, qué viaje hacer, qué placer efímero disfrutar. Simplemente más consumo. Mientras tanto, los que no tienen recursos para vivir así no se quedarán mirando. Después de tanto miedo e incertidumbre saldrán furiosos a exigir lo que la vida les negó. Todos contra todos. Pero puede ocurrir otra cosa: que después del coronavirus hayamos aprendido algo. Entonces prestaremos más atención a los árboles y a los pájaros, gozaremos del cielo abierto que no cuesta nada. Intentaremos dar a los otros algo de felicidad, ya que se nos ha regalado seguir viviendo. Volveremos a lo esencial sin exigirle tanto a la vida para ser alegres. Le daremos a cada ser humano un inmenso valor. Recordaremos que todos somos hermanos, que nos necesitamos, y recuperaremos la comprensión, la pausa, la gentileza. Pasar por un bar un momento solo para tomar un café será un paraíso y ver a los niños jugar en la plaza, una fiesta. Si esto ocurre, quizás, aunque pensábamos que no teníamos fe, nos brotará una oración tan simple y tan sentida: ¡Gracias!”.
La pandemia hoy nos invita a “quedarnos en casa” pero activos, pensando conscientemente cómo nos movemos para “salir” renovados y agradecidos porque fuimos artífices y supimos mostrar - “el otro lado de la moneda” - este ejercicio que cada uno fue capaz de aprender y hacer visible : “… que solo si estamos unidos y haciéndonos cargo los unos de los otros, podremos superar los actuales desafíos globales y cumplir la voluntad de Dios, que quiere que todos sus hijos vivan en comunión y prosperidad» (Papa Francisco).
Angélica Diez - Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe, Olavarría.
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