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HISTORIAS DE ESTANCIAS

Historias de doña Paula Florido

Una nueva historia de estancias, contada por Lis Solé, escritora alvearense, investigadora histórica valorada en toda la región, con más de 200 artículos históricos publicados en redes y diarios.

Cuando se viaja por la ruta Nacional 205 de General Alvear a San Carlos de Bolívar, el buen conocedor ve claramente después de una curva a la izquierda, una construcción rosada entre viejos árboles, “el Puesto rosa” según los paisanos del lugar. Es una casa de azotea con piso de alto, una pequeña fortaleza que fue refugio de un vizcaíno, don Juan Francisco Ibarra Otaola, allá por 1870 aún en épocas de malones indios.

 Bajando por una callecita paralela que no es más que la ruta 205 original que va a “Santa Isabel”, se llega hasta este lugar histórico, de ensueño, con eucaliptos gigantes que no pueden abrazar cuatro personas. Es el casco de la estancia “Santa Paula” nombre de una hija, una madre, la esposa de Juan Francisco Ibarra Otaola, madre de Juan Francisco Ibarra Florido, abuela de Néstor Ibarra y tantos descendientes que como ella, llevan en la sangre el amor a la familia y al arte.

“Santa Paula” evoca a doña Paula Florido Toledo, joven nacida en San Andrés de Giles pero que se mudó de niña con su familia a la ciudad de 25 de Mayo donde pasó su infancia y juventud que para nada presagiaba un destino de tragedias y tristes desenlaces. El espíritu inquieto de esta joven veinticinqueña no vislumbraba una personalidad  como la que nos llega hasta el presente y que ha sido el estudio de investigadores, la inspiración de los poetas y la admiración de los coleccionistas y artistas.

Su curiosa existencia no hubiera trascendido en Buenos Aires sino por la estrecha relación que mantuvo con el único hijo que la sobrevivió, Juan Francisco Ibarra Florido, quién bautizó con su nombre a las tierras que tenía en General Alvear, la estación “Paula” de Bolívar y el Museo “Paula Florido” de 25 de Mayo.

INFANCIA Y JUVENTUD DE PAULA FLORIDO

Doña Paula era hija de Rafael Irineo Florido, nacido en 1833, -natural de Savona, cerca de Génova, en el norte de Italia,-, y de Valentina Toledo, argentina, nacida en Tres Arroyos también en 1833, hija de doña Juana Manuela Martínez, natural de San Nicolás de los Arroyos. Doña Juana, nacida en 1804, vivió más de cien años y con motivo de su nonagésimo cumpleaños, en 1894, la familia se reúne en 25 de Mayo, en la casa familiar enfrente de la plaza principal, y de ese acontecimiento se conserva una fotografía con su hija Valentina, su nieta Paula, su bisnieta Manuela Barros Florido y demás familiares.

Los padres de Paula se casan en San Andrés de Giles, pueblo donde nacieron sus hijos Paula, Pedro, José y Rafael y son censados en 25 de Mayo en 1869, dueños de una “olería”, como dicen los españoles a los que tienen taller de alfarería. En el mismo Censo, don Rafael aparece “de profesión hornero” porque poseía una fábrica de ladrillos, empresa que estaba en auge en esos tiempos de tanta construcción y progreso.

La historia popular aunque sin veracidad comprobada, cuenta que Juan Francisco Ibarra, un vizcaíno que había venido a Buenos Aires con 13 años junto a su tío Otaola, se llega hasta los hornos de don Rafael como cliente en la compra de materiales. Es allí donde conoce a Paula con la que se casa el 18 de enero de 1873 cuando la joven tenía 17 años, siendo sus padres los padrinos y testigos de casamiento por ser menor de edad.

AMORES Y TRAGEDIAS DE PAULA FLORIDO

Hasta acá todo bien. Pronto nacen sus dos primeras hijas Josefa Valentina (1873) y Elena (1875) pero con gran dolor, las dos fallecen al poco tiempo de nacer así que el matrimonio viaja a Buenos Aires donde nace un saludable varón, Juan Francisco, bautizado en Buenos Aires en la Iglesia San Nicolás de Bari, el 7 de Julio de 1877.

Al año siguiente, nace Laura, el 27 de mayo de 1878, ahijada de Rafael Florido y doña Catalina Laporta de Ibarra, argentina, casada con don Ramón Ibarra, hermano de Juan Francisco y quién se hará cargo a su muerte del almacén de ramos generales llamado “El Indio” que estaba frente a la plaza de 25 de Mayo, hoy Biblioteca “Juan Francisco Ibarra”.

Paula pierde sus primeras hijas a muy temprana edad pero si se lee sobre su vida, se observa que fue signada por la desgracia ya que una y otra vez se repetirá la pérdida de sus hijos, maridos y nietos, en situaciones tan difíciles de entender como su entereza rayana en la frivolidad que necesitó para sobreponerse a cada tragedia.

PAULA FLORIDO, VIUDA POR PRIMERA VEZ

En 1881 y después de perder las dos primeras hijas, su marido Juan Francisco Ibarra Otaola se enferma de gravedad; en medio de la incertidumbre, nace otra niña que bautizan también con el nombre de Elena, siendo sus padrinos los esposos Lauro Galíndez y Elena Domínguez. Galíndez, -dueño de la estancia “Tres Bonetes” junto a Federico Álvarez de Toledo y José Atucha-, está estrechamente ligado a la historia de General Alvear porque figura entre los vecinos que piden la creación del fuerte “Esperanza”, lindero con José Portugués de la estancia “Nueve de Julio”.

La alegría de la llegada de Elena no dura mucho ya que a los 39 días del nacimiento de Elena, el 11 de julio de 1881, fallece Juan Francisco Ibarra Otaola, a los 49 años de hepatitis intervísica. El matrimonio sólo había durado ocho años.

Sola y con tres hijos, Paula hizo construir un gran sepulcro a su marido y sus pequeños hijos fallecidos. La bóveda se destaca en el cementerio de 25 de Mayo por su tamaño pero principalmente por su belleza: ocho columnas corintias rodean el espléndido edificio de casi ocho metros de altura y rematadas con angelitos en lo alto, rodeado de bellas estatuas de doncellas en las esquinas. La profusión de los adornos exteriores es comparable con la delicadeza de cada detalle y revelan una construcción esmerada  y admirable en su perfección.

Con la muerte de su esposo, Paula es heredera de propiedades  en General Alvear, 25 de Mayo, Bolívar, 9 de Julio y Bragado que quedan a cargo de su padre Rafael y su hermano Rafael Florido (h), quienes los arrendaron asegurando la renta. El almacén de Ramos Generales quedó a cargo de su cuñado Ramón Román Ibarra  mientras Paula intenta reacomodarse a la nueva realidad.

Pero las desgracias no habían finalizado: su hija Laura fallece en 1883 en 25 de Mayo de bronquitis y con sólo cuatro años y a los pocos días, Elena también enferma y fallece “de una epidemia” en 1883  -seguramente de cólera-, por lo que Paula decide alejarse de 25 de Mayo y viaja con su madre y el pequeño Juan Francisco a Buenos Aires.

CON EL SEGUNDO MARIDO EN BUENOS AIRES

En Buenos Aires, Paula recomienza su vida integrándose a la vida social de la gran ciudad y es allí donde conoce al periodista español Manuel Vázquez Barros de Castro, conocido como Manuel Barros.

Manuel Barros fue un gran periodista en Argentina y en Cuba donde vive hasta 1871 que es cuando parte hacia Nueva Orleáns. De allí a Nueva York, Inglaterra y Galicia, para regresar a Buenos Aires donde se ocupó de los libros de comercio y secretario de Carlos Casares, el dueño de Huetel, en oportunidad de cuando éste fue gobernador de Buenos Aires desde 1875 a 1878. En la capital participa con publicaciones en varios periódicos y asiste a reuniones sociales donde entabla relaciones con Paula y… ¡Con la que se casa el 6 de abril de 1884!

La pareja parte en viaje de novios a Galicia para visitar la familia del novio que no volvería de España porque Barros fallece el 5 de enero de 1885.

Nueve meses de casados y nuevamente viuda. Paula, embarazada, da a luz a su hija Manuela el 25 de enero de 1885 en Sevilla, veinte días después de fallecer su padre.

Después de estos acontecimientos, uno muy triste y otro especialmente gozoso, Paula Florido regresó a Buenos Aires donde fijó su residencia en el número 228 de la calle Esmeralda, con sus hijos Juan Francisco Ibarra Florido y Manuela Barros Florido.

Por ahí, se creería que con estas desgracias Paula se daría por vencida pero no fue así.

TERCER MATRIMONIO EN “LA VIZCAYNA”

La soltería no era para Paula que se vuelve a casar dos años después, el 7 de septiembre de 1887 y esta vez con un porteño, don Pedro Marcos Gache con quien tiene a su hijo Rodolfo. La nueva residencia de Lavalle 944 se alterna con las estadías en el campo de Bolívar, “La Vizcayna” o en Cosquín, Córdoba, porque Pedro Marcos sufría afecciones respiratorias que mejoraban después de las estadías en Córdoba por su aire serrano y seco.

No hay mucha información sobre Pedro Gache sino en las cartas que se entrecruzan entre Paula y su hijo Juan Francisco. Allí Paula escribe que estando en Córdoba la salud de su marido mejoraba pero finalmente, y ante el desconsuelo de Paula y de su hijo Juan Francisco que la acompaña físicamente o a través de su correspondencia, el tercer marido de Paula, Pedro Gache, fallece en Cosquín en 1896.

Del matrimonio queda un hijo, Rodolfo Gache Florido.

 

EN EUROPA CONOCE A SU ÚLTIMO MARIDO

Paula continúa en Buenos Aires con sus hijos menores, Manuela y Rodolfo, hasta el año 1900, fecha en la que se embarca con ellos a Europa y fija su residencia en Paris viajando por muchas ciudades europeas.

En esos viajes y con 43 años, Paula conoce a su último marido, José Lázaro Galdiano, quizás por Bruselas, Venecia, París o Roma y de ese tiempo existen cartas de ambos donde demuestran un gran afecto que termina en casamiento en Roma, el 19 de marzo de 1903, cuando Paula contaba con 45 años.  Los testigos son su hijo Juan Francisco y su esposa María Justa Saubidet. Con este matrimonio, el nuevo esposo Lázaro mejoró su reputación como coleccionista al que accedió con entusiasmo Paula. Lázaro compra en nombre de su esposa un hermoso terreno en el centro de Madrid y comienzan a construir una enorme mansión que se inaugura en 1910 con el nombre de “Parque Florido”, casona diseñada para ser centro de actos sociales y culturales.

 

LA VIDA EN “PARQUE FLORIDO”

Parque  Florido  se  construyó  con  sumo  detalle,  amueblado  según  el gusto y parecer de Paula  y  alhajada  con  numerosas  obras  de  arte  y  objetos  refinados,  con  el  fin  de  servir  de  marco  precioso  a  una   vida   más   reposada   aunque   socialmente  muy  activa. 

En los suntuosos salones con techos pintados a mano, se recibían a personalidades españolas   y   argentinas en  reuniones   que   se describían con detalles  en  las  páginas  sociales  de  la  prensa  madrileña que alababa las maneras distinguidas y don de gente de la anfitriona. Paula se transforma en una gran coleccionista, viaja con Lázaro por toda Europa y ella es, -según el mismo Lázaro-, la dueña y propietaria de gran parte de la colección.

Paula se presenta con sus piezas en exposiciones como propietaria y no con el nombre de Lázaro Galdiano. Su hija Manuela se convierte en su compañera siendo una gran pianista y guitarrista que ameniza las reuniones y comparte la afición al coleccionismo de su madre, conservándose de ella la colección de manuscritos originales y la colección de tarjetas postales.

 

DON JUAN FRANCISCO IBARRA FLORIDO

Quizás tantas desgracias unió cada día más a Paula con su hijo Juan Francisco y ambos se acompañaron con el intercambio fluido de cartas que tratan de la  renovación   de   contratos   de  arriendo  de  “Santa  Paula”  o  “La  Vizcaína”, de  problemas  de  salud  y  hasta de  las  dificultades  con  los empleados.  Esas cartas entre madre e hijo son las que dan luz sobre la vida de Paula y que reflejan un amor fraterno lleno de admiración y cariño.

Juan Francisco se casa con Justa Saubidet Gache (sobrina del tercer marido de Paula) y pronto nace su único hijo Néstor. La familia se instala en el campo “San José” de 25 de Mayo alternando sus estudios en la UBA en Filosofía y Letras, y desde el campo, en carta del 2 de enero de 1910, cuenta a su madre que “he pisado mi suelo natal con emoción bien  que  haya  vivido  durante  tantos  años  en  tierra  extranjera,  ¡cómo  olvidar  que  es  en  la  propia  donde  ha  corrido  nuestra  niñez,  que  es  ella  la  que  ha   formado   nuestro   cuerpo   y   nuestra  alma,  que  ella  rige,  aun  cuando  mismos  no  lo  notemos,  toda  nuestra  actividad  moral  e  intelectual!”.

Allí, el pequeño Néstor conoce a su bisabuela Valentina Toledo y a su tatarabuela Juana según cuenta en su carta del 21  de  agosto  de  1905.

FALLECEN SUS HIJOS RODOLFO GACHE Y DESPUÉS MANUELA VÁZQUEZ.

Pero para Paula Florido Toledo, ahora de Lázaro, no habían acabado los sufrimientos. Si bien llevaba una vida de viajes y hoteles por toda Europa, la muerte repentina de su hijo Rodolfo Gache ocurrida el 8 de abril de 1916 cuando contaba con 22 años, golpea fuertemente a Paula.

Su hija Manuela Vázquez Castro y Florido acompaña a su madre en el luto; ella está de novia con José Luis Albarrán y con su madre, dos años después, preparan su casamiento en una fastuosa celebración que da alegría y luz a Parque Florido.  Pero tampoco esta historia tendría final feliz porque, a los 34 años, Manuela y su hijo fallecen en el parto,  en 1919.

Naturalmente, los padres fallecen antes que los hijos y la pérdida de hijos y nietos son casi imposibles de sobrellevar. El dolor de una pérdida es inmensa pero Paula parece llevarla con entereza, lucidez y sensatez que admira su hijo Juan Francisco tal como lo expresa en sus escritos.

La casa estaba preparada para reunir a la sociedad de la época y una sección del palacio para vivienda familiar pero ante tamañas desgracias, no volvió nunca más a abrirse y en los pisos superiores, vivió Paula en compañía de Lázaro hasta que murió en 1932.

 

PARQUE FLORIDO, HOY MUSEO GALDIANO

Es increíble que una pueblerina llegara a ser una  dama tan distinguida como Paula Florido. En Madrid, su casa es un Museo con una colección reconocida en toda Europa. En el Museo Galdiano, un enorme retrato de más de dos metros de alto la muestra en su espléndida figura bajando de una escalera, -réplica que se encuentra en el Museo Paula Florido de 25 de Mayo-, pero sin embargo, apenas unas líneas se dedican a su persona en comparación con lo escrito sobre su esposo que lleva el nombre de la fundación y del Museo, teniendo en cuenta que la construcción y gran parte de la colección provinieron de la fortuna de doña Paula Florido y Toledo con fondos producto de las rentas de los campos de Buenos Aires que heredó de su primer marido, Juan Francisco Ibarra Otaola.

Paula falleció el 3 de octubre de 1932 por hemorragia cerebral cuando tenía 76 años y fue enterrada en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena cerca de Rodolfo, Paula y José Lázaro, tumbas que por su modestia y descuido no concuerda con el gran patrimonio que dejó a España.

Quizás sea por el interés actual por emponderar a las mujeres que se está rescatando del olvido la importancia de Paula en la historia de Buenos Aires y del otro lado del océano, los guías del Museo Galdiano en Madrid relatan la participación decisiva de Paula en la conformación de las colecciones expuestas, ya sea por su valor económico como por su sensibilidad y delicadeza.

Paula legó todos sus bienes a su único hijo Juan Francisco Ibarra a excepción de la parte que le correspondía de Parque Florido y de las colecciones que las dejó a su esposo. Entre las obras de arte fruto de 29 años dedicados al coleccionismo se destacan sus abanicos, los encajes bordados a mano, sus colecciones de porcelana y pintura inglesa, las miniaturas, los libros y las partituras originales, colección y propiedad que Lázaro Galdiano dona íntegra al gobierno  español.

La vida de Paula fue azarosa: mueren sus hijos, sus padres, sus tres primeros maridos, incluso sus nietos, pero ella consigue seguir adelante y compartir la última parte de su vida junto a su último compañero, Lázaro Galdiano.

Realmente, una vida interminable casi imposible de imaginar.

 

Fotos:

Retrato de Paula realizado por Pablo Antonio Béjar Novella, ubicado en la entrada del Museo Histórico de 25 de Mayo, Bs As, Argentina.

Panteón construido por Paula Florido en homenaje a sus hijos fallecidos y a su esposo Juan Francisco Ibarra Otaola, en 25 de Mayo, panteón declarado Patrimonio Histórico de 25 de Mayo.

Paula Florido con su esposo Lázaro Galdiano y sus hijos Juan Francisco y Manuela.

Frente de la estancia “La Vizcaína” donde vivió con su marido Pedro Marcos Gache, en Bolívar.

Los maridos de Paula Florido: Juan Francisco Ibarra, Manuel Castro y Pedro Marcos Gache.

Tranquera de la estancia “Santa Paula”, General Alvear, Buenos Aires.

 

 

Fuentes consultadas:

Peppino Barale, Ana María. Paula Ibarra Florido. Identidad relegada. 2011. Recuperado de http://zaloamati.azc.uam.mx/handle/11191/2178  

Grau,  Mario  Agustín.  Historia  de  Veinticinco  de  Mayo.  Recopilación  de  antecedentes.  Chivilcoy. Argentina,  1993.

Archivo de la Biblioteca “Juan Francisco Ibarra” de 25 de Mayo, Buenos Aires.

Archivo y fondo documental del Museo “Paula Florido”, 25 de Mayo, Buenos Aires.

Registro de las Personas de la ciudad de 25 de Mayo.

Archivo y documentación del Cementerio de 25 de Mayo.

Revistas y publicaciones del Museo Lázaro Galdiano, Madrid, España.

Mensuras de la Dirección de Geodesia, La Plata, Buenos Aires.

Los Ibarra de Bragado. Página Web.

Entrevistas a pobladores de las estaciones y pueblos de “Paula” y “Juan Francisco Ibarra” de Bolívar.

Entrevista con el vicecónsul de Argentina en España, Sr. Walter D’Aloia.

Entrevistas a familiares descendientes de Juan Francisco Ibarra y Paula Florido.

Material de la colección particular de Daniel Tordó, historiador de 25 de Mayo, Buenos Aires, Argentina.

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