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CELEBRACIÓN

Ascensión del Señor

Hoy, la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de la Ascención del Señor. Aquí una reseña que nos hace llegar Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre  Kolbe. 

Con la Solemnidad de la Ascensión de Jesús al cielo se concluye la presencia del "Cristo histórico" y se inaugura el tiempo de la Iglesia. En el Evangelio de San Lucas 24, 50-53 se narra cómo, después de dar las últimas instrucciones a los Apóstoles, los llevó cerca de Betania y mientras los bendecía, alzando las manos, subió al cielo. Los Apóstoles lo vieron alejarse hasta que desapareció en una nube. La Comunidad de discípulos es una Comunidad herida por la ausencia de un compañero, Judas. Aunque imperfecta, es a esta Comunidad concreta y real a la que Jesús confía la tarea de proclamar su Evangelio, su propuesta de amor.   

La Ascensión de Jesús al cielo no supone un "abandono", sino un estar presente de una manera nueva: esto explica que los discípulos "se llenaran de alegría" (Lc 24,52). Con Jesús, muerto, resucitado y ahora ascendido, se abrieron las puertas del cielo, de la vida eterna. La "nube de fe" que envuelve hoy nuestra vida no es un obstáculo, sino el camino a través del cual podemos tener una experiencia más viva y verdadera de Jesús, animados por la certeza de que, si Él ha resucitado y ha subido al cielo, también nosotros estamos llamados a la misma suerte, en cuanto que Él es “el primero de todos” (cfr. 1 Co 15,20).

Este es el tiempo de la Iglesia en salida. Esta espera del último día no ha de vivirse en la ociosidad, ni siquiera en la intimidad de la propia casa, sino que, nos recuerda Jesús, la espera ha de vivirse en el compromiso de la misión, extendida hasta los confines de la tierra: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo... y seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra" (Hch 1,7ss). Nos da fuerzas la promesa de Jesús, nuestro Dios, el Dios-con-nosotros (cfr. Ex 3,12), el Emmanuel (Mt 1,23; IS 7,14): "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19). Y aunque nuestra fidelidad de discípulos falle con demasiada frecuencia, la fidelidad de Dios nunca fallará: por eso el camino de la comunidad y de todo discípulo de Jesús resucitado está siempre abierto a nuevas perspectivas y posibilidades, ya que nada es imposible para Dios.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (párrafo 665): “La Ascensión de Cristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios, de donde vendrá de nuevo (cf. Hch 1,11); esta humanidad, mientras tanto, lo esconde de los ojos de los hombres (cf. Col 3, 3)”.

Colaboración de las Misioneras de la Inmaculada, Padre Kolbe

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