Septiembre: Palabra y primavera
Compartimos una reflexión que nos hace llegar Angélica Diez, Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe.
Si decimos septiembre espontáneamente decimos primavera. Si pronunciamos este nombre, para quien gusta de la música recuerda el concierto para violín y orquesta del compositor italiano Antonio Vivaldi de las cuatro estaciones.
Decir primavera, para quien se deleita con la poesía, es recordar entre tantos poetas a Gabriela Mistral : “Doña Primavera”, viste que es primor, viste en limonero y en naranjo en flor (…) Doña Primavera de manos gloriosas, haz que por la vida derramemos rosas: Rosas de alegría, rosas de perdón, rosas de cariño, y de exultación. Y también a Juana de Ibarbourou en “La higuera”- ese canto de esperanza y recuperación de lo bello-. Porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera. (…)En las primaveras, todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera. (…) Por eso, cada vez que yo paso a su lado, digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento: «Es la higuera el más bello de los árboles todos del huerto». Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, ¡qué dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol! Y tal vez, a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo le cuente: ¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
Si decimos septiembre recordamos y celebramos el mes de la Biblia y a san Jerónimo quien la tradujo del griego y el hebreo al latín. Por eso, si decimos Palabra decimos: Jesús. “A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice solo una palabra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud” (cf. Hb 1,1-3). (102 Catecismo de la Iglesia católica). “Dios es el autor de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo». ” (105). “Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas” (cf. Lc 24, 45). (108).
El papa Francisco nos invita a: “…hacer espacio a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida. Por eso necesitamos su Palabra: en medio de tantas palabras diarias, necesitamos escuchar esa Palabra que no nos habla de cosas, sino de vida”. Septiembre: Palabra y primavera se complementan para nosotros: “Tengamos un único objetivo en nuestra vida de fe pongamos la Biblia en el centro de nuestra vida cristiana para que ella sea una brújula, pero también para que ella sea como la primavera de nuestra vida espiritual que nos indique el camino a seguir porque como decía san Jerónimo: quien desconoce la Escritura desconoce la persona de Jesús”.
Angélica Diez - Misionera de la Inmaculada Padre Kolbe – Olavarría -.
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